lunes, 3 de marzo de 2014

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Aquí está el punto. Usted me gusta. Me gusta como los peces gustan de poder nadar. Me gusta como cualquier ser terrestre gusta de poder respirar. Y aunque usted ya sabe todo esto, quiero aclarar el punto. Puedo ser una joven inmadura; sin embargo no estoy lejos de tener un buen orden de prioridades. El proyecto es, como se lo dije alguna vez, muy importante para mi. Me llena de increíble felicidad. Pero antes de nada compartíamos una amistad. Conversaciones como cuales quiera harían. Y me duele no tener "eso" que solíamos hacer tan normalmente. Probablemente, mi culpa es haber querido sacarlo tan de tajo de mi vida. Trataba de ignorarle tanto como me fuese posible, pero no quiero perderlo. No nuestra amistad. Porque en un lapso tan corto me di cuenta que usted se convirtió en alguien importante para mi, independientemente de mi atracción platónica por usted, más allá de eso, lo quiero como un igual. Y espero no estar estropeando aún más la situación. Lo único que le pido, si usted también está abierto a la posibilidad, es recuperar nuestro lado cotidiano... Yo prometo no enamorarme de usted y si llega a ser de esa forma, no hay de qué preocuparse, recuerde, no soy tan inmadura.

domingo, 2 de marzo de 2014

Mente frágil, emociones fuertes.

Y aquí estoy una noche más, sin poder dormir y dando vuelta entre las sábanas. Pensando en que quizás usted aún ni ha ido a la cama, orando porque que esté a salvo. En mi memoria, está su sonrisa; esa que me ilumina y me intoxica. No puedo borrar las miradas furtivas de las últimas semanas; pero tampoco puedo desechar una de nuestras últimas conversaciones.

Usted dijo "nunca...", cuando da la casualidad de que yo, luchando y acribillando a mis emociones, pensé lo mismo; sin embargo usted utilizó también "pero..." lo que fue peor que un no absoluto. Porque sembró esperanza bajo las cenizas de algo que ya me había encargado de incinerar. Retiró escombros para salvar sobrevivientes de mi cariño ya destrozado. Y no hay cosa más deletérea que la incertidumbre.

Dígame usted entonces, qué hacer cuando usted me mira de esa forma, aún cuando es de manera oculta, aún cuando sólo dure un latido de corazón, aún cuando usted desvía la vista como si no hubiese sucedido... ¿Qué hago con esas malditas esperanzas con las que me está llenando?

Sin embargo, sobre todo aquello está su otra actitud.

Usted viene y se comporta con desdén y antipatía, me hiere con su indiferencia. Y cuando cree que nadie está mirando desborda con sus oscuros ojos razones para hacer a mi corazón confundirse y dar vuelcos dentro de mis cavidades.

Usted leé cada movimiento en mi, cada gesto, cada actitud porque conoce como hacerlo. Sabe de mis sentimientos y, cada uno de ellos, los desecha. Tan poco le importan que les es indiferente, los ignora con tal facilidad que casi asimila a una realidad donde no existen. Y, entonces, mi pregunta es nuevamente, ¿qué hago yo con ellos...? Porque es usted el culpable de que hayan vuelto de nuevo.

¿Podría simplemente arrancar de una vez mi alma? Probablemente eso me haga no sentir más lo que usted se lleva y regresa como si fuese lo más grato y menos doloroso cuando es todo lo contrario, lo más mefítico y menos armonioso que me hunde y me desgarra. Pero no se sienta de lo más especial que hay en este mundo por mís palabras. No es usted el primero en mi mundo y posiblemente no el último, aclaro que no tengo la vida comprada, así que no sé si esta sea mi última noche con vida, he ahí el porque mi inseguridad de que sea el último en la lista. Porque así como he dado cariño también lo he aniquilado. Soy de mente frágil pero mi corazón ha luchado ya varias batallas. Cada victoria y derrota lo han hecho más fuerte, más sabio. Aún y cuando tropieza no deja de aprender.

Puede quizás es injusto culparle de todo.

Porque como los colores exóticos en las escamas de un pez ponzoñoso advirtiendo su amenaza, usted me advertía cada día, que era posible vernos, que usted estaba en un juego peligroso, que no cualquiera puede tentar a ser partícipe sin ser herido y aquí caí yo. Con mi mente frágil y mis fuertes emociones.

El miedo.

Había desarrollado una cierta tendencia al pánico de durar demasiado tiempo cerca de una persona. Mis lazos sociales podían parecer fuertes en el arranque, tenía incluso la sospecha de que tenía amigos que harían casi cualquier cosa por mi, pero ¿pasados unos cuantos meses?, me volvía inestable. Incapaz de mantener una relación honesta con alguien. Me daba terror cada vez que la gente me expresaba lo bien que se sentía estando a mi lado. Yo sencillamente me había vuelto una analfabeta emocional. La forma en que quería a las personas, agenas de mi núcleo familiar, era tan pobre que a veces me preguntaba si realmente era humana.

Pero tenía miedo.

El miedo de ser lastimada era tan grande que sentía que les hacía un favor a los demás cuando las comenzaba a tratar indiferente y las enviaba lejos de mi con el fin de que ninguno de los dos terminásemos heridos. ¿Por qué? Pregunta mejor formulada no había.

Tenía miedo a la traición. A que en algún momento de la relación, amistosa o lo que fuese, o bien esa persona concluyera por hacerme algo que me dejara destrozada o que yo en mi paranoia hiciera algo similar.

Pero ese había sido el mundo en el que había crecido. En el que las traiciones estaban a la orden del día. Todo, todo era así. Me veía a mi misma traicionando mis pasiones, mi amor por el arte y la vida. Me veía dejando de tenerme fe. Abandonándome.

Ya no quería sentirme así. Necesitaba que lo que sea que fuese a hacer de mi me enorgulleciera a mi, que me representara a mi y sobretodo que a quien hiciera feliz, fuese a mi.

Probablemente no era la mejor, porque había gastado los últimos años en aferrarme a algo que no era mío, en vez de seguir siendo fiel a mi esencia. Pero podía lograrlo. Convertirme en la mejor. Sacar lo mejor de mi. Y lo más esencial: volver a ser yo, creyendo en mi...

Primer paso.

Las emociones explotaron en mi pecho.

Al fin. Era el día.

Hoy, era el día en que al fin tendría la oportunidad de saber lo que sucedería conmigo, mi presente y mi futuro continuo.

Luchaba contra la sensación de derrota y desdicha al imaginar la cara de decepción en mi padre. Pero no podía más. No podía continuar viviendo una realidad, que si bien apreciaba los conocimientos adquiridos, no eran más que una carga que cada vez me hacían más y más infeliz. Se sentía el vacío en lo que hacía. Y, ¿honestamente?, no quería llegar a un día en el que simplemente me diera cuenta que había mal gastado mi existencia en algo que poco me llenaba. Me sentía como si los últimos tres años yo hubiese estado actuando en automático, tratando de cumplir los sueños de alguien más y dejando botados en una pila de basura los propios.

¿Estaba yo preparada para la vide real, allá afuera donde todo era miseria y derroche de los anhelos? Claramente, si.

Lo necesitaba. Necesitaba tomar las riendas de mi vida. Había estado tanto tiempo sumergida en el hecho de enorgullecer a mis padres que me estaba dejando de lado en todos los aspectos. Esto era lo que menos podía seguir aguantando. Cada célula en mi lo sabía y por eso caí en este agujero negro, donde mi mente, era la bella anfitriona, sin embargo, no una que me hiciera sentir cómoda... Me llenaba de pensamientos abstractos, dolorosos y que sólo me hacían débil y frágil... Pero no más. No a partir de hoy...